"No puedo vivir contigo... pero mucho menos sin ti"
Las relaciones de pareja son, cuanto menos, complicadas. Todas tienen sus fases, que se alargan más o menos, dependiendo del querido amigo Murphy, las cuales hay que superar para seguir en armonía. Es como un juego de los de Super Mario, ir avanzando y avanzando, a la expectativa de qué será lo siguiente que te encontrarás y después, alzar los puños en alto en señal de victoria y superación.
En ocasione hay fases que se nos hacen eternas, fases en las que valoras si es el momento de plantarte y alzar los puños en señal de supervivencia, o por el contrario, esta fase eterna seguro que llega a su fin, con un bien mayor. Ahí entran el juego los valores personales.
Pensamos y pensamos qué puede fallar en nuestro juego, en nuestra relación, y vemos todos los factores externos influyentes... pero ¿y nosotros? ¿Qué estamos poniendo de nuestra parte para poder avanzar y alzar los puños? Tendemos a detectar qué nos falta, qué no nos proporcionan, pero no nos paramos a reflexionar (con la frecuencia que deberíamos) qué tenemos y cómo lo mantenemos y cuidamos.
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